Este verano se impone el cola less para todas

Ya se animan hasta las de 50. Y hay para todos los gustos: flúo, deportivas, animal print y con volados.

Flúo, animal print, estampadas, con volados, atadas con tiritas, deportivas, negras o doradas, no importa el modelo, en Mar del Plata el cola less es asunto de adolescentes y de jóvenes, pero también de maduras. Se ven cola less en mujeres que andan por los 50.

Si alguna vez brilló en la costa argentina, si en otra época estaba reservada a cuerpos privilegiados, ahora volvió con todo y se popularizó. No distingue playas ni punto cardinal de los balnearios. Ahí van ellas, decididas y sin pareo que cubra, meneando las caderas de una escollera a otra.

chicas verano cola less.

“¿Y por qué no usarla?”, sube la apuesta María, mamá de tres hijos que muestra los detalles de su cuerpo con alegría. “Mirá, ésta es la marca de la cesárea del mayor. Las estrías me quedaron de cuando quedé embarazada del del medio. Y la flacidez, es un poco de los tres. Pero yo me siento segura y linda con mi cola less”. María vive con gloria sus 42 años. Vanesa, su cuñada, también: “Volví a la mallita hace dos años. Y al que no le gusta, que no mire”, dice contundente.

¿Sabrán estas chicas veinteañeras que con los años, la gravedad y el ocio hormonal, la delantera se desmorona y el trasero se ensancha, o desaparece? Por ahora no: cinco colas jóvenes (imposibles sin tratamientos de belleza o gimnasio), se asan como carne a la parrilla, como estacionamientos para bicicletas. “¿Cola less? Obvio, mientras se pueda…”, responde una.

El límite, para estas jóvenes, las marca un embarazo, la celulitis indisimulable o el arañazo de una estría aparecida a destiempo. “Y no se gana más por llevar un cola less, eh, al contrario: los varones miran mucho pero se acercan poco”, suelta otra y suena a alivio.

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En Mar del Playa hay ofertas y variedad en mallas. Coinciden las vendedoras en que “las mayores preguntan más por la cola less y dan menos vueltas que las más chicas”.

¿Y los hombres qué dicen? Contesta Roberto, 63 años, con el mar de frente y desde su reposera: “Si tuvieses tiempo, piba, te contaría cómo era en mi época de juventud, que para ver una pierna teníamos que chamuyar a las chicas como una semana, con los padres mirando todo en la carpa. Ahora … ahora es otra cosa. Y qué bueno que así sea”.

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